Paradojas y Antidepresivos
Hay pocas paradojas tan potentes y desquiciadoras como el hecho de
que, a pesar de los indiscutibles progresos que los continuados esfuerzos de
miles de generaciones fueron acumulando para la satisfacción de las
necesidades humanas, a día de hoy nos encontremos en un escenario en que
se están consumiendo toneladas de antidepresivos, (Informe Agencia Española
Medicamentos ) escandalosamente más que en ninguna otra época de la
historia humana, señal inequívoca de que la gente no está satisfecha.
Si tenemos que encontrarle un lado positivo a esto, lo que de por sí ya
resulta ser una difícil encomienda, diríamos que, por lo menos, es una señal de
que la gente busca fórmulas para encontrar ese bienestar que la mera
satisfacción garantizada de las necesidades básicas, una utopía para nuestros
ancestros, ahora ya no es suficiente. No es necesario decir que me estoy
refiriendo a este cogollito privilegiado del mundo en el que tuvimos la inmensa
fortuna de nacer, y que no se me escapa que desgraciadamente no es así, ni
muchísimo menos, en todo el planeta.
¿Alguna ventaja más? Pues claro que sí. Despachadas, como decía, las tareas
importantes, aseguradas las raciones de alimentos, la protección frente a los
caprichos de la climatología con techos y hogares confortables y armarios
llenos de no sé qué ponerme, pues nos queda la mente un poco más libre para
otras cuestiones no tan urgentes: filosofías, sentidos de la vida, caprichos del
ego y al mismo tiempo para apandar con todas las desventajas que implica
tener que manejarse en este nuevo contexto, donde las amenazas a la
supervivencia apenas asoman, con los mismos artefactos neuronales (
hardware) y los mismos programas, sistemas operativos, aplicaciones,
(software) con que la evolución a lo largo de cientos de miles de años nos
preparó para eso, y sólo para eso, para sobrevivir y reproducirnos. Para todo lo
demás, lo siento, toca aprender. No se me escapa que todo aprendizaje
supone cierta dosis de atención e intención. Para eso podemos usar alguno de
los artilugios que nos vino incorporado en el paquete. Conste que tal artilugio,
la mente, sólo nos sirve para crear pensamientos que responden a nuestras
órdenes y deseos. Te da lo que le pidas
¿Y qué hacemos con ese tremendo dispositivo llamado mente? Pues
normalmente lo más cómodo, lo más rutinario, lo más automático. Dejarse ir.
Un modo que podríamos llamarle “piloto automático”, y que funciona
razonablemente bien, cuando la vía es rectilínea, permitidme la metáfora, por
eso nos confiamos, hasta que en las circunstancias del viaje, del camino de la
vida, aparecen curvas más o menos pronunciadas y sin anunciar, y nos pillan
“des-pistados”, sí, fuera de la pista, como suena, y entonces aparecen” pre-
ocupaciones”( darle vueltas y vueltas a la rotonda sin salir del mismo sitio),
ansiedades, tensión, angustias, dolor en definitiva.
Es machaconamente cierto. La etiqueta con la que la mayor parte de las
veces la gente describe estas situaciones es literalmente así: estoy perdido,
des-orientado, no sé qué me está pasando, no encuentro la razón... Y aquí
llega el trampantojo más usado y menos útil al que solemos recurrir y que
responde directamente a una de las manías de nuestro aparataje cortical:
quiero explicaciones. Nuestro cerebro es un permanente productor de hipótesis, por eso estamos más calmados con una mala explicación que con ninguna. El formato lingüístico que usamos para este trabajo es el implacable e insaciable:
“¿Por qué ?”
Le llamo trampantojo porque es
justamente eso. Nosotros ponemos las buenas intenciones, confiamos en
que ese esfuerzo por conocer las supuestas causas delo que nos pasa
contribuirá en gran medida a resolverlo, pero no siempre funciona
así. Es más, la mayoría de las veces el mero hecho de preguntarnos
“por qué”, actúa como un comando de programación neuro
–lingüística para anclar nuestro malestar en lugar de poner a
andar las vías de solución. Por eso hay que tener muchísimo
cuidado con las preguntas que nos hacemos.
Mucho cuidado con las preguntas que te haces
¿Cómo detectamos, entonces, que
en nuestro mundo mental algo no va bien?
Si estuviésemos hablando de algo
orgánico, físico, seguro que no tendríamos dudas, nos saldría la
respuesta automática… mira, pues porque me duele aquí, o no
puedo moverme….
Nuestra parte mental (esta
separación es artificial, sólo para entendernos ahora) funciona
exactamente igual: nos duele en forma de ansiedad, angustia,
vergüenza, bloqueos.
La clave, entonces para empezar,
está en detectar estos signos, calibrarlos, quiero decir con esto
que ninguna de estas señales tiene importancia si aparece de manera
puntual y pasajera porque la vida no es plana, tiene sus montañas y
sus valles, pero es distinto si esa tensión, angustia, malestar
general se instala de manera asidua o en grados tan potentes que
notas que está interfiriendo en el desarrollo normal de tus
actividades y de tu vidas diaria.
Primero: Conocerte.
Parece una obviedad pero no debe ser
tanto. Exige una mirada honesta y profunda sobre uno mismo,
desembarazada de todas las superficialidades que entorpecen la
visión. Ya algún filósofo griego de
la antigüedad se dio cuenta de la transcendencia del tema y lanzó el conocido slogan: conócete a ti mismo “Gnosci seauton” https://www.culturagenial.com/es/conocete-a-ti-mismo/
Es el anticipo de la más importante
de las dedicaciones que nos toca en la vida. ¿Cómo vas a querer a
algo que no conoces?
Luego, antes y después y siempre: Quererte
Aunque no lo parezca, no es inusual
comportarse con uno mismo como tiranos. Simplemente puedes fijarte en
la cantidad de cosas que no le consentirías a nadie que diga de ti y
que sin embargo tú te estás diciendo con reiteración. Acepta con
serenidad todas las partes de ti como propias y sé amable contigo,
no menos de lo que te gustaría que fueran los demás.
¿Por qué haces análisis de sangre y no de los pensamientos ?
Mira, al igual que la sangre, los pensamientos también tienen la capacidad de alimentar cada una de los cincuenta trillones de células de tu organismo, sin contar las bacterias que las acompañan, que todavía son más, de manera sana o nutritiva al igual que la tienen para envenenarlas. En cada uno de los pensamientos hay distintos elementos, si los analizas, es decir si separas las partes que los componen, esto es analizar, encontrarás elementos objetivos y reales, constatables, demostrables y al lado otros absolutamente fantasiosos, especulativos, de difícil demostración, fruto exclusivo de tu creatividad y de tus miedos. El problema es que luego los integramos como si ambas partes fuesen igual de reales y los hacemos nuestros, nos identificamos con ellos, y los defendemos hasta límites insospechados.
Hay otros marcadores de perversidad en los pensamientos, en realidad hay muchos pero para no complicarte demasiado, mira si están cargados de “polaridades”, es eso de, ya sabes, blanco-negro, abierto-cerrado….sin dejar hueco a los intermedios.
En cada situación en que la
ansiedad, la tensión, la angustia, estén presentes de manera
sostenida, podemos estar seguros de que algún pensamiento toxico
está por debajo. Es el momento de:
Respirar lenta, profunda y conscientemente
Nuestro Sistema Nervioso Autónomo, se llama así porque justamente va por su cuenta sin que tengamos que preocuparnos por él, permite sin embargo algún tipo de corrección en sus ritmos si adquirimos una serie de habilidades y el respirar de esta forma es una importante herramienta para este trabajo.
Por supuesto que quedan muchísimos más ejercicios en el Fitness mental, pero comienza con estas pautas de precalentamiento. Estoy seguro de que si lo haces de manera habitual apreciarás sensaciones gratificantes que te animarán a continuar.
José Luis Álvarez Fernández
psicólogo